En los últimos tres siglos, la construcción tradicional en adobe ha sido substituida por el ladrillo, aunque aún pervive alguna casa en la que podemos observar este elemento constructivo.
Las fachadas se fueron revistiendo de elementos más nobles como el mencionado ladrillo delimitado por cajones de adobe encalados y, en menor medida, fachadas enfoscadas o pintadas. Todo ello, con el fin de ocultar el adobe, que era considerado material pobre. Sin embargo, o precisamente por ello, los muros interiores se siguieron levantando con tierra, paja y escorias.
Las fachadas en ladrillo son el común denominador dentro de la arquitectura tradicional, pero a su vez existe una gran variedad de tipos: con dinteles en diente de sierra y otros más originales ; casas de dos plantas pertenecientes a nobles o acaudalados ; construcciones con cajones rellenos de un tipo de piedra conocida como morillo, casas con la fachada enfoscada parcialmente etc.
Las casas tradicionales se estructuran del siguiente modo: zaguán del que se derivan numerosas alcobas y la cocina con chimenea (el centro de la casa). En la parte posterior de la casa es habitual la existencia de un corral con tenada que servía tanto de establo para los anímales domésticos (cerdos, ovejas, gallinas, caballos etc) como para almacenamiento de leña u otros materiales. En la parte más alta de la casa es usual la existencia del sobrado o «sobrao», lugar donde se almacenaban mercancías agrícolas para consumo propio y ahora cachibaches varios.
Desgraciadamente, las nuevas construcciones no suelen respetar los patrones tradicionales, dando lugar a pueblos en los que abunda la despersonalización y el caos arquitectónico.